lunes, 7 de marzo de 2011

Pluma Invitada por Mario Arturo Brieño Martínez

No es la Ejecución, sigue siendo la Estrategia.
La mitad del tiempo, haciendo planes y programas...la otra mitad, explicando por que no se cumplieron los objetivos.

Por Mario Arturo Brieño Martínez

*Director General  SVIN
*Docente en la UVM
*Participe en proyectos de iniciativa privada y sector público


En las empresas como en el país, son pocos quienes se dedican de manera esmerada, sistemática y profesional al desarrollo de una estrategia sólida, que prevea predecibles obstáculos y determine acciones firmes para superarlos. Llenándose de pretextos, haciendo malamente lo posible y no lo necesario, en un país lleno de recursos y de gente con ganas de oportunidades.

Líderes improvisados o llenos de ocupaciones, confundiendo la operación con la dirección, asignando la causa de sus colapsos en la frase: “El problema es la gente”, o bien, cualquier otra causa que enmascare su propia ligereza, su propia improvisación.

Escuchamos  y leemos la frase, el problema no está en la estrategia, sino en una mala ejecución de las personas, esto es incorrecto, si la estrategia no fue ejecutada correctamente es porque la estrategia estuvo mal, pues no contempló la ejecución.

Líderes o empresarios que cambian de objetivos y de planes, o bien, que  cambian la prioridad de sus acciones es frecuente encontrar.  A lo mucho reaccionan ante eventualidades que dictan sus agendas, “solucionando” cosas que pudieron ser previstas y lo que es peor, sintiéndose enormemente satisfechos de ello.

Los líderes suelen incorporar nuevas, mejores y buenas prácticas por medio de proyectos y proyectos que no obedecen a un sistema integrado sino solo por moda, es que integran estas prácticas.

Se desarrollan estrategias articuladas solamente en un nivel superior jerárquico, sin un asomo a lo que pasa en la operación, menos así con una real escucha al cliente.

Observamos fracasar a los “estrategas” que usan excelentes teorías y conceptos que advierten claramente que hay que bajar a piso para poner en marcha las cosas, instrumentarlas suficientemente  e impulsarlas,  en lugar de rodearse de pretextos y equipos de colegas insuficientemente capaces e improvisados.

Los tácticos y operativos dedican esfuerzos vanos en tratar de entender la forma en que son medidos, sin tener un claro sentido del impacto de su desempeño en la organización. Incluso, de lo que la organización espera de ellos, como empresa no puedes esperar algo de alguien que no sabe a su vez que puede esperar de la organización.

La incertidumbre es una práctica endémica que vanagloria al magnificente jefe que deja al último momento darles razón de las decisiones, de los objetivos y de los indicadores, bueno, hasta de las fechas de pago de bonos, aguinaldos, o la hora de salida cuando hay alguna eventualidad.


Una vez que se ha definido una estrategia, de manera sería, profesional e integral,  es necesario llevarla a sus últimas consecuencias.

Ser fiel a su misma estrategia es fundamental, no es cambiar estrategia lo que debe hacerse cada año, es profundizar en la misma estrategia. A menos que un ciclo completo se haya cerrado y una estrategia de trascendencia este en el futuro cercano.

Obediencia es no cuestionar la estrategia, respetarla, sellarla.

Paciencia, darle al tiempo el trabajo y el ritmo para obtener los objetivos, también para que las cosas se vayan acomodando a su alrededor, se dice que la suerte es un residuo de la planeación.

Perseverancia, es no cambiar de dirección, es ajustar o tomar con más fuerza el timón para superar obstáculos, pero no es cambiar el destino final.

No abusemos de los conceptos de creatividad e innovación, primero domina lo que ya se ha logrado en la materia, úsalo, contrólalo, se experto en ello, después entonces sí, rómpelo.

No pongas a tu equipo a perder el tiempo con una creatividad en temas que vale más investigar.


Pensar que de solo “echarle ganas” vamos a sacar a nuestra empresa adelante, o a nuestro país del tremendo atolladero en el que lo hemos metido, es una banalidad. Habría que ser un lucero para creerlo o confiar en la gloria para aceptarlo sin más.

Debemos hacerlo de manera estructurada, planeada, controlada. Basarnos en la experiencia de fracasos que para México en muchos ámbitos es vasta y entonces capitalizar ese conocimiento.
Los trabajadores mexicanos, de cualquier nivel, desde directivo, los mandos intermedios y los operarios han mostrado tener una creatividad, adaptabilidad, inventiva, como pocas razas.

¿Qué nos falta? irnos a fondo, echarnos para adelante. No pensar en un “si se puede” como queriéndonos convencer a nosotros mismos de ello.

Conviértete en un verdadero líder estratega, que aun en un viernes por la noche, cuando todos ven el reloj para irse, seas capaz de sacar una hoja en blanco y un libro.

Prevé con base en lo aprendido y en los controles.

Asume tu papel y toma decisiones.

No cometas el síndrome del Rey Midas que solo lo que toca lo convierte en oro, porque está cerca. No caigas en el micromanagement. Faculta, capacita y confía en tu equipo.

Esto se logra a través del desarrollo de una estructura estratégica que permite replicar y reproducir a los diferentes niveles la estrategia, por medio de herramientas y prácticas tradicionales y actuales, de la vieja guardia y de las más creativas e innovadoras. Pero, úsalas a fondo, no te quedes en la superficie.

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